Guerras, conflictos y colapsos sociales: El riesgo del caos

Escenarios extremos como una guerra o un colapso social representan el máximo desafío para la preparación personal. Cuando el orden se quiebra y reina el caos, la supervivencia depende de habilidades de autoprotección, planes de evacuación y, sobre todo, de mantener la cabeza fría en medio de la tormenta humana.

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DE LA NORMALIDAD AL CAOS EN POCOS DÍAS

Es difícil imaginar nuestra ciudad convertida en zona de guerra o enfrentando disturbios generalizados, pero la historia nos enseña que ninguna sociedad está totalmente a salvo del conflicto. La invasión de Ucrania en 2022 sorprendió a millones de civiles que de la noche a la mañana tuvieron que huir con lo puesto o refugiarse en sótanos improvisados. Guerras civiles como la de Yugoslavia en los 90s mostraron cómo comunidades vecinas podían sumirse en la violencia. Incluso en países estables pueden ocurrir estallidos de desorden social: basta ver las protestas masivas que devinieron en caos en algunas ciudades durante crisis políticas o económicas (ejemplos globales van desde los disturbios de Londres 2011 hasta escenas de saqueos en Chile 2019 tras el alza del coste de vida).

Para un observador promedio, estos escenarios parecen sacados de películas post-apocalípticas, pero un preparacionista los contempla fríamente dentro de su abanico de riesgos. “No es lo mismo estar preparado que estar asustado”, dicen los preppers españoles​. En Europa occidental, varias señales han hecho que estos temas dejen de ser tabú: la guerra de Ucrania reactivó debates sobre defensa civil (varios países, como Alemania, se plantean restaurar el servicio militar obligatorio). En España, tras la pandemia –y con dos guerras simultáneas en el panorama internacional– ha proliferado esa “masa sigilosa” de personas interesadas en prepararse para lo peor​.

Nadie desea vivir una guerra o un colapso institucional, pero muchos han tomado conciencia de que tener nociones militares y de supervivencia podría ser útil “por si estallase un gran conflicto bélico”​. Es un cambio de mentalidad: de confiar ciegamente en que “aquí no pasa nada” a aceptar la posibilidad remota pero real de una ruptura del orden y actuar en consecuencia.

PLANIFICAR LA HUIDA O LA DEFENSA

Ante un escenario de conflicto violento o colapso social, la primera gran decisión es quedarse o irse. Si la integridad física está en peligro (por ejemplo, combates en la zona, ataques indiscriminados, saqueos descontrolados), lo más sensato suele ser evacuar a un lugar más seguro. Todo prepper debe tener contemplado un posible bug out: identificar de antemano un destino refugio (idealmente en área rural o menos conflictiva), preparar rutas de escape evitando las vías principales congestionadas, y contar con un medio para desplazarse (vehículo con suficiente combustible, bicicletas, o a pie con mochilas si no hay otra opción).

Un plan de evacuación completo incluye puntos de encuentro familiares si se dispersan, contactos fuera de la zona de conflicto para informar que se está a salvo, y protocolos sobre qué llevar. En una huida por guerra, además del kit básico de supervivencia, son cruciales los documentos personales (pasaporte, DNI, papeles de propiedad) y algo de dinero en efectivo o valor portable (monedas de oro, joyas) útil para empezar de cero en otro lugar.

Por otro lado, puede haber situaciones en que evacuar no sea posible o incluso resulte más peligroso (por ejemplo, durante disturbios puntuales en la ciudad es más seguro atrincherarse en casa que exponerse en la calle).

Si se opta por refugiarse en el sitio, hay que fortificar y asegurar el entorno. Esto implica bloquear accesos vulnerables de la vivienda (cerrar con llave y reforzar puertas; trabar o tapiar ventanas a nivel de calle; bajar persianas metálicas si existen). Preparar un espacio seguro interior, idealmente sin ventanas, que funcione como habitación del pánico improvisada donde resguardarse si intrusos penetran.

Allí conviene tener provisiones, medios de comunicación y algo con qué defenderse si fuese necesario.

La defensa personal activa en estos casos es delicada: en España, el acceso a armas de fuego está muy restringido, por lo que la mayoría de ciudadanos no dispondrá de ellas (y en un colapso real, quizás eso sea positivo para evitar escaladas de violencia doméstica). Aun así, se pueden tener a mano medios disuasorios legales: spray de pimienta (de venta autorizada), objetos contundentes como bates, e incluso herramientas domésticas pueden servir llegado el extremo. Lo importante es tener un plan mental: saber de antemano cómo reaccionar si alguien intenta entrar en casa, definir posiciones ventajosas (por ejemplo, situarse en un pasillo estrecho donde los invasores no puedan rodearte). Siempre, eso sí, priorizando evitar la confrontación directa si hay alternativas de escape o escondite. La propiedad es secundaria a la vida; enfrentarse a saqueadores armados sin la debida ventaja puede ser fatal. A veces es mejor no llamar la atención: un truco en barrios conflictivos es no ostentar ni luces ni ruidos que indiquen que hay recursos jugosos adentro.

SUPERVIVENCIA URBANA EN CONFLICTO

Si el caos impera en la ciudad, la supervivencia urbana se convierte en un arte complejo. Significa manejar escasez, peligro e incertidumbre en entornos densos. Algunos consejos prácticos: mantener un perfil bajo (pasar desapercibido para no ser blanco de robos o violencia), desplazarse preferentemente en grupo y con discreción, evitar áreas de alto riesgo (puntos donde se concentran disturbios, comisarías u oficinas gubernamentales que puedan ser atacadas, barrios conocidos por crimen). La conciencia situacional es crítica: observar siempre las salidas disponibles de cualquier sitio, tener rutas alternativas planeadas, escuchar los rumores pero confirmar antes de actuar impulsivamente. Las comunicaciones pueden fallar, así que convenir de antemano con familiares señales o lugares de reunión en caso de corte de telefonía.

En conflictos prolongados, puede instaurarse un toque de queda o leyes marciales. Un prepper debe estar preparado para adaptarse a nuevas normas: posiblemente limitar movimientos de noche, ocultar cualquier herramienta o arma para que no sea incautada, y cumplir instrucciones de evacuación si las dan las autoridades militares. También hay que estar listos para ayuda humanitaria: saber ubicaciones de albergues o comedores de emergencia organizados por Cruz Roja u ONG, por si se requiere asistencia. Paradójicamente, en colapsos sociales severos la ayuda externa suele tardar en llegar; durante esos primeros días o semanas, los ciudadanos quedan por su cuenta. De ahí la importancia de los almacenamientos previos de comida, agua y medicinas –lo que un vecino precavido acumuló podría ser salvavidas para toda la comunidad.

La autodefensa física puede implicar aprender técnicas cuerpo a cuerpo útiles en situaciones reales. No se trata de peleas deportivas, sino de zafar de agarres, defenderse de agresiones comunes o controlar a alguien violentamente alterado. Movimientos sencillos de artes marciales aplicados a la calle (por ejemplo, golpes a puntos sensibles, llaves básicas de inmovilización) pueden incapacitar a un atacante lo suficiente para escapar. Asimismo, conviene saber improvisar armas blancas o contundentes con objetos cotidianos llegado el extremo (un cinturón con hebilla pesada como látigo, un paraguas resistente, un aerosol y mechero como último recurso incendiario). Estas habilidades, desde luego, requieren entrenamiento previo en un entorno seguro con instructores de defensa personal.

COMUNIDAD Y MORAL EN TIEMPOS OSCUROS

En un colapso social, las verdaderas fortalezas son la cohesión comunitaria y la moral. La soledad nos vuelve vulnerables; en cambio, grupos pequeños organizados pueden repeler amenazas y gestionar recursos eficazmente. Por eso, muchos preppers fomentan redes vecinales de apoyo. Algo tan sencillo como acordar con los vecinos un sistema de silbatos o señales para alertarse mutuamente ante intrusos puede marcar la diferencia entre frustrar un saqueo o sufrirlo. En Estados Unidos, algunas comunidades rurales tienen patrullas vecinales armadas para mantener el orden durante crisis; en nuestro contexto legal, sería más bien vigilar y notificar a la policía, pero la idea subyacente es la misma: unidos somos más fuertes. Los preparacionistas que esperan un descalabro del gobierno suelen acumular alimentos, medicinas, herramientas y armas en casa, pero también saben que compartiendo con otros de confianza elevan las probabilidades colectivas de sobrevivir.

Mantener la moral alta es crítico para no sucumbir al pánico o la desesperanza, que son tan peligrosos como una bala perdida. En un escenario extremo, ayudar a otros puede dar sentido y motivación cuando todo alrededor es incertidumbre. Organizar tareas (unos hacen guardia mientras otros cocinan o cuidan niños), establecer pequeñas rutinas diarias, e incluso momentos de respiro y humanidad (contar historias, orar juntos si son creyentes, enseñar algo útil) sostiene la salud mental del grupo. La solidaridad genuina florece en las peores crisis: hay incontables relatos de desconocidos ayudándose en catástrofes. Ese tejido social emergente es una forma de defensa colectiva ante la barbarie.

No obstante, discernir en quién confiar es importante. En escenarios de caos, habrá quienes busquen aprovecharse de la buena fe. El preparacionista debe equilibrar altruismo con prudencia: compartir con los necesitados pero sin revelar todo lo que uno tiene; colaborar con la autoridad legítima pero desconfiar de posibles impostores o facciones violentas. La información vuelve a ser poder: un radio de onda corta puede permitir enterarse si hay negociaciones de paz, corredores humanitarios o puntos de evacuación disponibles.

Finalmente, tras superarse el conflicto o restablecerse el orden, llegará la etapa de reconstrucción. Los preparacionistas ven estas experiencias como aprendizaje para el futuro, con la esperanza de no tener que aplicar de nuevo sus habilidades, pero listos si así fuera. Haber sobrevivido a la guerra o al colapso es el mayor testimonio de la importancia de haberse preparado.

Referencias

  • ABC. (2024, 28 marzo). Mientras en Europa se plantean recuperar el servicio militar, proliferan los preparacionistas….
  • La Nación (Argentina). (2012, actualizado 2021). Los preparacionistas o cómo actuar ante el caos social.
  • Redacción. (2022). Preppers españoles tras la pandemia y la guerra: perfil y tendencias. Euronews.
  • Martínez, J. (2019). Guía de autoprotección en disturbios urbanos. Revista Defensa Civil, 5(2). (para nociones de seguridad en comunidad).

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