El uso de elementos de fortuna es tan antiguo como la defensa personal. Desde tiempos históricos, personas sin acceso a armas formales han utilizado objetos cotidianos para desviar ataques, golpear, bloquear o ganar distancia.
En la defensa urbana moderna, esta disciplina se ha consolidado por su aplicabilidad inmediata: no depende de cátedras tradicionales ni armamento específico, sino de la capacidad de improvisación del usuario y su comprensión del entorno.
Hoy incluye principios derivados de:
• artes filipinas (transiciones de arma-objeto-mano vacía)
• combatives modernos
• sistemas policiales no letales
• defensa personal urbana
• biomecánica aplicada a objetos cotidianos
Su valor reside en que cualquier persona puede acceder a un objeto improvisado que mejore su capacidad defensiva sin exceder los límites legales.