EL TRATAMIENTO DE LOS ALUMNOS

Por F. Javier Hernández

Es importante para el docente el saber como comunicarse perfectamente con los alumnos, pero también deberá tener un comportamiento idóneo, pues es el modelo en el que se verán muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes. Por ello, deberá saber que los integrantes de su alumnado son entes individuales, con sus especiales características, por lo que tendrá que adaptarse a su edad y personalidad sin tener preferencias ni ningún tipo de favoritismo, por lo que deberá tratarlos a todos por igual y se relacionará con ellos de forma respetuosa y afable, recordando en todo momento que el respeto debe ser mutuo para tener un entendimiento adecuado.

Para que el alumnado confíe en el docente, este deberá saber los nombres de todos sus integrantes y nombrarles con él cuando deba hacer alguna indicación, aclaración o corrección, pero ese buen trato no deberá interferir en ningún momento con la enseñanza de los conocimientos que son objeto de esta, por lo que el primero que debe ser disciplinado es el docente, pues si no lo fuera no podría trasmitir adecuadamente a sus alumnos todo aquello que debe enseñar, por ello deberá evitar que la seriedad de las enseñanzas implique que el educador sea adusto, o especialmente rígido o desapacible en el trato interpersonal.

Hay que recordar que a la acción consciente de la transmisión de la información por parte de una persona hacia otra u otras se llama comunicación, por lo que el docente deberá ser un buen comunicador, por ello no solo tendrá pleno conocimiento de aquello que quiera trasmitir o enseñar, sino que además deberá poder conectar con su alumnado de la manera que mejor le beneficie, y favorezca la correcta trasmisión de sus conocimientos.

Es importante saber que la comunicación no solo está constituida por palabras (incluyendo sus entonaciones e incluso las pausas entre ellas), sino que además de la comunicación oral está la comunicación no verbal, esto es, aquella que está constituida por ademanes, gestos, miradas, sonrisas, etcétera, todo lo cual mejora la transmisión de aquello que se quiere decir.

Otro punto importante para todo docente es que la comunicación deberá ser segura, tranquila y lo más clara posible, teniendo en cuenta que cada persona es diferente, con distinta personalidad y pensamiento, por lo que la comunicación a veces puede llegar a ser infructuosa con algún individuo en particular cuando se hace colectivamente, por ello el profesor deberá estar muy atento a los mensajes corporales de cada uno de sus alumnos, para poder detectar cuando alguno de ellos no ha comprendido adecuadamente lo explicado, para poder abordar la cuestión desde otra perspectiva, con otros ejemplos o forma de explicación, pues de esta manera se reforzará el mensaje y la información en aquellos alumnos que lo han entendido la primera vez y, al mismo tiempo, logrará que aquellos que no lo entendieron al principio logren hacerlo con la nueva explicación.

El mensaje más claro que indica que el alumno no ha comprendido lo explicado, mediante la observación de su lenguaje corporal, será que el sujeto dejará de mirar al profesor e, incluso, se empezará a mover con nerviosismo o apatía, eso es un claro síntoma de que el profesor ha perdido la atención del alumno, tenga éste la edad que tenga.

Resumiendo: el profesor siempre deberá asegurarse que la totalidad del alumnado no solo le está escuchando, sino que lo está haciendo con atención, por ello deberá ir pasando su mirada por todos los integrantes del grupo para detectar sus señales físicas inconscientes.

Cuando el docente esté comunicándose con solo un alumno, por ejemplo: en el momento de una corrección, deberá mirarle a los ojos para demostrar su franqueza, pero cuando se enfrenta a un colectivo deberá ir pasando su mirada de individuo a individuo, conectando con la mirada de cada uno de los alumnos, logrando transmitir con ello que su mensaje se lo está dando unitariamente a la totalidad del alumnado.

Además de todo esto, hay que recordar que el docente debe ser siempre exigente (sobre todo consigo mismo), pero también debe ser justo, para poder exigir solo aquello que pueda llegar a realizarse, y comprender que cada persona tiene sus propias capacidades y limitaciones, por lo que debe tener equidad en sus decisiones y actuaciones, sin perder en ningún momento su empatía.

La comunicación con los adolescentes.

La adolescencia es una edad muy complicada, sobre todo a nivel emocional, por lo que es importante todo lo que aprenda y viva en esta temporada de su vida, ya que, como dijo el escritor Alberto Vázquez-Figueroa, aquello “que te acontece durante la pubertad te marca para el resto de tus días; lo que ocurre más tarde tan sólo te afecta durante un tiempo porque ya te has curtido y puede que incluso acabes por olvidar por completo“; por ello, el docente deberá encauzar el desarrollo del joven como persona, educándole en valores, y exigiéndole que no contravenga las normas de urbanidad y deportivas, educándoles en responsabilidad.

Esta es la razón por la que el docente deberá tener en cuenta que el interés del adolescente suele centrarse en ellos mismos y en su independencia, por tanto, que alguien le indique lo que debe hacer puede inducirle una sensación de represión y, por ello, de generación de conflicto y rebeldía, y todo porque confunde autoridad con opresión y además porque está aprendiendo a construir su identidad, buscando su puesto en la sociedad, lo cual es algo que le angustia y agobia.

A pesar de todas las dificultades que pueda encontrar el docente no claudicará y tomará al adolescente conflictivo como un desafío, siguiendo las siguientes recomendaciones:

  1. Al primer signo de rebeldía en clase, esto es, que el alumno adolescente no siga las indicaciones del profesor, éste no debe permitir el que la situación continúe, tratando de encauzar la relación educador/educando lo antes posible, para ello el docente tendrá una conversación con su alumno en un aparte, al acabar la clase. El postergar el dialogo mínimamente tendrá la doble función de aliviar tensiones en el alumno y darle tiempo al docente a plantear mejor y más tranquilo las cosas, y el hacerlo apartado de sus compañeros, manteniendo la conversación solo el profesor y el estudiante, hará que este último no se avergüence al no sentirse observado ni juzgado.
  2. En el caso de que la actitud o las acciones del alumno sean tan graves que pongan en duda la autoridad benevolente del profesor, o enturbie la buena marcha de la clase, éste le indicará firme y enérgicamente que abandone la sala se duche, se vista y le espere al término de la clase, tras lo cual seguirá tranquilamente con la actividad decente. El postergar la conversación, relajarse el alumno con la ducha caliente y dejar que pase un tiempo permitirá que el alumno se tranquilice, piense sobre lo que ha hecho y dicho, y se prepare para hablar con el profesor.
  3. Sea cual sea el caso, el docente deberá mostrarse como una persona abierta y comprensiva que lo único que quiere es entender y ayudar al alumno en aquello que le ocurra, pues lo más seguro es que esté pasando por una mala racha de sentimientos y sensaciones encontradas que le ofusquen, comentándole que él también pasó por alguna situación parecida y que su experiencia puede servirle como solución, o como reflexión, para que él mismo encuentre una solución a sus problemas.
    Por ejemplo, en el caso de que el profesor haya hecho abandonar la sala al alumno (por el motivo que sea), lo primero que deberá aclarar el docente a su pupilo es que no le ha expulsado de clase, sino que tan solo le ha dado licencia para ausentarse antes de que esta acabara, pues parecía que lo necesitaba, con ello la conversación empezará con buen pie, de forma positiva y con el alumno con “la guardia baja”, siendo más accesible, pues sin duda le sorprenderá la afirmación del profesor, y evitará su primera “acometida”.
  4. Pero, para poderlo ayudar y aconsejar, primero se le deberá escuchar, pues si no se sabe perfectamente que le aflige no se le podrá apoyar y alentar en la resolución de sus conflictos. En la mayoría de las ocasiones lo que necesitará el adolescente es tan solo un oído donde volcar sus inquietudes, y en la mayoría de las ocasiones él mismo dará con la resolución del problema, pero aunque esto no sucediera saldrá reforzado de la conversación, siempre que esta sea positiva y encuentre comprensión por parte del profesor.
  5. Ante todo, el docente deberá saber escuchar, creando una atmósfera respetuosa y serena, y esperando el momento adecuado para poder expresar su opinión y su ayuda.
    Pero para ello deberá construir una relación de confianza, pues si el alumno no confía en el profesor no podrá solicitar su ayuda, o admitirla en el caso que éste haya dado el primer paso de acercamiento ofreciéndole su ayuda.
  6. El resultado de la conversación reforzará la confianza y estrechará lazos “familiares” entre los sujetos. Para terminar, el profesor deberá alentar al alumno, trasmitiéndole su confianza en que rectificará su actitud, e indicándole que, con esfuerzo y perseverancia, con voluntad, trabajo y actitud, todo puede superarse.
  7. Solo en el hipotético caso de que el alumno fuera tan conflictivo que su permanencia en el grupo trajera más y más inconvenientes, complicaciones y problemas, demostrando que la persistencia de su actitud solo perjudicará el buen ritmo y la atmósfera positiva de la clase, el docente se verá obligado a expulsar al alumno díscolo por el bien del grupo. Cuando esto pase (Dios no lo quiera) el docente deberá hablar firme, serena y tranquilamente con el alumno, al término o al inicio de la clase (dependiendo de cuando haya tomado la decisión) invitándole a abandonar el entrenamiento y su guía tras exponerle sus motivos (jamás se le debe decir que está “expulsado”, pues hay que cuidar la comunicación y evitar elementos que puedan alterarla, eligiendo bien las palabras, por ejemplo, un “ya no hace falta que vuelvas por aquí”, suele ser una buena fórmula, pues, seguramente, estará de acuerdo con los deseos más profundos del implicado). Tras el abandono del alumno conflictivo en demasía, el profesor comunicará al resto del grupo, al inicio de la siguiente clase, que su compañero ha tenido que abandonar el entrenamiento y que no volverá a éste (seguramente verá caras de alivio en más de un rostro), de esta forma el docente no solo habrá actuado juiciosamente, sino que habrá reforzado su autoridad.

    El hecho de expulsar a un alumno no debería ser tomado por el profesor como un fracaso, pues hay excepcionales casos de personas que no saben acercar posturas con su interlocutor, ni lo que quieren, y además están en contra de todo, por lo que encizañan la relación con los demás, enfrentándose a todo el mundo, sobre todo ante los símbolos de la autoridad y las personas que la representan, y alterando la sana convivencia entre las personas.

    La expulsión de un alumno es un hecho excepcional, y no es debido a la debilidad de un docente sino de sentido común cuando se encuentre con un alumno completamente en contra del aprendizaje y de sus compañeros. En mis más de cuarenta años de experiencia docente solo he tenido que expulsar a un alumno, pero también he de decir que he logrado encauzar a otros muchos, haciendo que su actitud cambiara y se tornaran en personas gratas y respetuosas para con los demás. Por ello, el docente no deberá pensar que ha fracasado con un caso, pues le ha enseñado a enfrentarse a otros parecidos, sino que deberá quedarse con sus logros y aciertos, siempre que reflexione sobre sus decepciones y aprenda de ellas.

La comunicación con los adultos.

Como ya he comentado con anterioridad la comunicación en todos los casos será segura, tranquila y lo más clara posible, teniendo en cuenta que cada persona es un individuo con su propia personalidad y distinto razonamiento, por lo que la comunicación será individualizada, dependiendo de la persona que tenemos delante. En el caso de los alumnos adultos el profesor también deberá ganarse su confianza y respeto, además de ser comprensivo y educar con el ejemplo, sobre todo los valores que el profesor siempre debe tener y trasmitir a su alumnado, además de las enseñanzas intrínsecas a la disciplina que enseñe.

Sin importar sexo, edad o condición del alumno, el docente deberá informar a todos ellos, de la manera más clara posible, sobre el uso de sus conocimientos autodefensivos en su vida particular, los cuales deberá usar con mesura y solo si está obligado a ello debido a funestas circunstancias, pues, como dice el escritor inglés Stephen Dobyns: “La ignorancia sobre la naturaleza de las acciones no libera a una persona de la responsabilidad de las consecuencias“, incluso nuestra legislación vigente señala claramente que “la ignorancia de la Ley no exime su cumplimiento”, por lo que el sentido común debe primar las decisiones y las acciones personales.

F. Javier Hernández.

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El presente texto es un extracto adaptado de mi obra: “Pedagogía y metodología en artes
marciales, deportes de combate y autodefensa”. Si desearas adquirir un ejemplar este es el
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F. Javier Hernández es uno de los pioneros del Kung-fu en España (comenzó su practica a principios de los años Setenta), así como de deportes de combate y autodefensa, y, desde 1980, uno de los articulistas más prolíficos en revistas profesionales sobre artes marciales, deportes de combate y cultura oriental. Ha publicado profesionalmente más de mil trecientos artículos y publicado casi una veintena de libros sobre estos temas. Su experiencia docente y de divulgación periodística supera los cuarenta años, habiendo practicando artes marciales y de autodefensa desde hace medio siglo. A ello habría que sumarle su experiencia federativa, habiendo sido directivo y miembro de Tribunales de Grado en varias de ellas, además de colaborar en sus manuales técnicos.

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